Por Paulina Baigts Ferráez , estudiante de LA
Cuando decidí comprometerme con el proyecto Centro Misionero Universitario en Parras, acepté un tanto escéptica pensando que podrían ser misiones religiosas de las cuales no soy muy amiga y además hay tantas en varias instituciones.
Me llevé una sorpresa muy grande y grata al ver de lo que se trataba formar parte de esta misión.
Una vez ahí, manejamos hacia unos ejidos llamado Sombreretillo y San Miguel, Coahuila. El camino completamente árido me hizo pensar que estábamos aún muy lejos de nuestro destino cuando de pronto dimos vuelta a la izquierda y nos adentramos en el desierto mexicano. […]
Sorprendentemente, ni Sombreretillo ni San Miguel cuentan con agua corriente o potable. Dos pueblos en medio del desierto no tienen este indispensable recurso a pesar de tener una fuente de dicho elemento a una distancia considerablemente corta. Aquel asunto me indignó más que cualquier otro, sin embargo, la lista solo comenzaba. […]
“Cómo me gustaría verte así, con tu bolsa en un hombro y toda universitaria”, escuchamos que Altagracia dijo a su sobrina-nieta Aleida.
Cómo nos gustaría a nosotros también que todos los niños de Sombreretillo y de San Miguel contaran con los recursos básicos que necesitamos todos para vivir de una manera digna.
Cómo nos gustaría poder brindarles todas las oportunidades que merecen.
Pero sobre todo, cómo nos gustaría que este proyecto creciera cada vez más con la ayuda de toda la comunidad UDEM para después extendernos a más ejidos y poder realizar este sueño de auto sustentabilidad y desarrollo para ayudar a las valiosas personas que se encuentran en una situación de vulnerabilidad en la que no deberían de encontrarse y que deberían de recibir ayuda de quienes no la dan.
No esperemos que alguien más realice estos cambios; hagamos lo posible y ayudemos a nuestras comunidades, a nuestra gente.
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