Por: María Fernanda Frausto

Cuando DEUS inició la planeación de este viaje, hace 3 meses, en mi mente se veía tan diferente la visita del Papa Francisco a México. Entendía que iba a ir a la Ciudad de México, que buscaríamos puntos estratégicos para poder verlo en su llegada, que quizás entraríamos a la explanada de la Basílica de Guadalupe a escuchar su misa, pero jamás creí que al verlo me fuera a transmitir tanta alegría, luz y paz.

Fueron unos días donde viví muchas emociones, de cansancio y enojo, frío y calor en un mismo día, hambre y muchísima sed, felicidad y al mismo tiempo nostalgia; pero cuando lo ves pasar, con esa sonrisa en su rostro, todo se te quita, hace que todo valga la pena.

Esperarlo era como regresar a mi pubertad esperando a que salieran al escenario mi banda favorita, gritaba y cantaba, echábamos porras y rezábamos. Ver a tanta gente de diferentes edades con la misma energía que yo tenía me alegraba el alma. Fue aquí cuando comprendí que como pueblo podemos trabajar unidos y hacer cosas maravillosas, pero necesitamos de un líder como el Papa Francisco, que nos inspire confianza y que nos demuestre interés a través de sus palabras y de su misma presencia.

Esta visita nos dejó muchas cosas para analizar, a cada quien le llegaron los mensajes de distinta manera, pero a todos nos llegó algo en lo que tenemos que trabajar. Seamos misioneros de paz, valoremos a nuestra Madre María de Guadalupe, cuidemos a nuestras familias y trabajemos en que México sea un país con oportunidades.

Somos parte de una universidad con valores cristianos, somos parte del futuro de México y como el Papa Francisco dijo “échenle ganas”.