Por Mario Alfredo García Mtz.
Carta testimonial de servicio social
Conforme culmina la carrera en abogacía y nos adentramos dentro del complicado y competido mundo jurídico, se hace más y más evidente la incesante (y sin sentido) lucha por el éxito profesional, donde entran en juego elementos que, de alguna forma, nos ciegan a los abogados recién egresados y nos hacen -ilusoriamente- creer que estamos cumpliendo con el objetivo de nuestra profesión: los mejores puestos, los mejores buffets, las mejores oficinas, los mejores clientes, los mejores trajes, los autos, los aviones y esa competencia interminable por evidenciar quien innova o domina las mejores y más avanzadas estrategias jurídicas del país o ¿por qué no?, del continente.
Mientras avanza el tiempo otorgando apoyo jurídico a Seamos Todos, A. C., se pone de manifiesto cómo es que hemos perdido de vista el verdadero significado de la justicia y el papel del abogado en nuestra sociedad; nos olvidamos de que no es una carrera, sino una vocación la cual, indistintamente, debemos de poner al servicio de nuestra comunidad.
El brindar asesoría legal a esta asociación, que realmente no persigue fines lucrativos y que su labor diaria se constriñe en apoyar al núcleo más elemental y, desagraciadamente, vulnerable de nuestra sociedad, las niñas y los niños, me ha hecho recordar la verdadera razón por la cual elegí esta carrera, me ha hecho recordar que el estudiar todas esas leyes, códigos y jurisprudencias en realidad no es para que sirvan a mis intereses, sino hacerlos servir para la comunidad y crear un mejor entorno.
Conforme avanza el tiempo, se hace evidente que los derechos de los niños y las niñas, si bien han sido mayor y mejormente abordados durante los últimos años, es de los campos del derecho con menos investigación y exploración, por lo que es fácil concluir que estos indefensos pequeños -más si se encuentran en una situación de vulnerabilidad social- son los que realmente menos protección tienen; está en nuestras manos cambiar esta situación.
Esta asociación me hizo recordar que la verdad es que el abogado estudia para servir, no para servirse.